domingo, 19 de octubre de 2008

Conversaciones: ser o no ser (ecuatoriano)

(La siguiente conversación tuvo lugar hace unos tres años, mientras nuestra TV transmitía un programa llamado “el mejor Ecuatoriano” en el que mediante votaciones realizadas a través de teléfono celular o página web se escogía a tan ilustre ciudadano. Y como buenos ecuatorianos, el programa no era una idea original sino una reedición de algo que habían hecho antes los británicos y que tuvo en su caso a Sir Winston Churchill como ganador y a la princesa Diana en tercer lugar).

José Antonio: Realmente, estos programas no... no sé, me parecen un desperdicio, todo el mundo va a estar intentando demostrar la santidad de su candidato y va a ser más un show alharaquiento que un intento real de hurgar en la identidad o “indientidad” nuestra para encontrar cosas valiosas.
Carlos Andrés: Es que así somos los ecuatorianos; ¿adivina quién está entre los opcionados?
JA: Mmm... ¿Jaime Roldós, supongo?
CA: Ya va. Verás, el problema es que vos no eres ecuatoriano.
JA: ???

(A todo esto hay que añadir que el interlocutor de Carlos Andrés no nació en el Ecuador pero ha vivido siempre acá, tiene esta nacionalidad y solamente ésta, y no tiene de dónde identificarse con otro país. En otro tema, según un amigo que viaja mucho, causa menos problemas viajar sin ningún documento a identificarse como ecuatoriano).

JA: Eeehhh... no entiendo.
CA: Es que si dices esas cosas es que no eres ecuatoriano. Si tú fueras ecuatoriano, ¿hubieras escogido a un político o a un artista?
JA: ¡Ah! Ya, ya sé: Guayasamín.
CA: ¿No te dije? No eres ecuatoriano.
JA: ¿No? Pero yo...
CA: No, si tú fueras ecuatoriano, si pensaras como ecuatoriano, ¿hubieras escogido entre los artistas a alguien reconocido por las elites, como un pintor... o a alguien que realice una actividad más popular, digamos por ejemplo la música?
JA: ¿Los hermanos Miño Naranjo? Pero eran dos, y no sé los nombres de ninguno... ¿o le escogieron al director de la sinfónica o algo así?
CA: Esto está más difícil de lo que creía. Verás, intenta por un momento pensar como ecuatoriano. ¿Hubieras escogido a un intérprete de música clásica, barroca, culta, o a uno de pasillos?
JA: ...¿la paquita ecuatoriana?
CA: A uno que se murió por tomar mucho...
JA: !!! ¿J. J.?

(Fondo musical: lo que ponen en el programa de Polo Baquerizo cuando uno de los participantes gana algo)

CA: ¡Bienvenido al Ecuador! Julio Jaramillo, nuestro ruiseñor de América, el que esparció su semilla pero no siempre su apellido por toda la costa ecuatoriana.

JA: Bueno, al menos no escogieron a Gerardo Mejía, ¿no?

(Epílogo: JJ no llegó a los 10 finalistas, además de que en realidad no murió de cirrosis. El ganador fue Eloy Alfaro, alias “el viejo luchador”, ahora resucitado y socializado en el siglo XXI. Jefferson Pérez se quedó con la medalla de plata y Guayasamín en décimo lugar).

También cabe añadir que la conversación fue levemente editada y retocada basándose en lo que quedaba de ella en mi memoria, pero es una compañera fiel y le tengo bastante confianza. Esperemos que la otra parte del diálogo no me contradiga si lee esto.

lunes, 13 de octubre de 2008

Quito Fest Día 3: in-ter-na-cio-nal

Y este año los organizadores del QuitoFest se lanzaron a realizar 3 días de concierto en vez de los 2 tradicionales. Muy buena la iniciativa, que se vio en parte frustrada por factores climáticos pero que siguió adelante: ya que el día anterior no se habían podido presentar la mitad de las bandas, en éste se juntó a todo el cartel internacional que faltaba. Hubo una excepción, Zoé de México, entiendo que no fue falta de voluntad sino problemas de agenda por el cambio de fecha. Así que tuvimos a 5 bandas 5.



Cienfue, de Panamá, tiene un sonido muy latino, muy fogoso, con rock y folklore mezclados bastante bien. Una de las últimas canciones que tocaron tenía una guitarrita que en algo me recordó a “El preso” de Fruko y sus Tesos. Esta es una de las bandas que agradezco al QF por habérmelas presentado. Tienen una página en PanamáRock y otra en MySpace, en la de MS se pueden escuchar algunos de sus temas.





La Etnnia, de Bogotá. Hacen hip hip y también hacen hop hop. Personalmente no me aportaron demasiado.













Gondwana, de Santiago, con el que debe ser el cantante de reggae más blanquito que he visto. Casi tanto como sus impecables zapatos. Yo no había escuchado nada de ellos, ni siquiera rumores, pero alguna gente del público parecía ser bastante fanática de los regueros (¿se les dice así a quienes hacen reggae?) chilenos.





Los Amigos Invisibles. Es de esas bandas que uno creyó que no conocía, pero montón de temas que había escuchado en la radio resultaron ser suyos: “amor is to love”, “en 4”,
“el disco a*al”, y algunos otros en esa onda. Fue muy divertido y bailable, sí señor.




¡Y llegó Plastilina Mosh! Se suponía que iban a tocar penúltimos, pero quedaron para el final. En las fotos y videos que he visto de PM hay solamente dos güeyes con gafas, así que de alguna manera esperaba y temía verlos sobre el escenario rodeados de sintetizadores, hechos los sabrosos cada vez que aplastaban un botón. Pero nada que ver: baterista, video (VJ, que le llaman), y cuatro que se movían entre cuerdas, teclados, voces, gritos, saltos, gestos. Una banda y un desate completos. Como para ponerse a saltar uno también y olvidarse de las fotos.





Este día no llovió (no quedó nada luego del diluvio del segundo) pero me parece perfectamente comprensible si en alguna de las
miradas de los asistentes se nota una leve sensación de desconfianza. O al menos un cierto interés en ver qué pasará luego.



De este tercer día, me quedo con la primera y las dos últimas bandas. Y bastante contento con los resultados finales del concierto. Eso incluye una que otra foto.

domingo, 5 de octubre de 2008

La 5ta victoria

No creo que hayan causado sorpresa a nadie los resultados electorales de la semana anterior. La campaña constante y omnipresente del Gobierno, el descontento de la gran mayoría con los políticos de la “oposición”, la polarización utilizada y promovida, algunas obras, algunas dádivas, alguna gente valiosa entre sus cuadros, la utilización y simplificación de iconos como Eloy Alfaro o el Ché y el chantaje de “si votan no o nulo les quitamos el bono y subimos el gas” finalmente dieron resultado y el SÍ obtuvo una cómoda victoria. Al menos por un par de semanas estaremos libres de campaña.

Yo creo que la victoria del SÍ tendrá, entre otras consecuencias, el darle más poder a gente que, quizás obnubilada por sus buenas intenciones, lo ejerce de manera abusiva. Gente que no ha respetado ni los límites impuestos por las leyes que les permitieron llegar al poder, ni los que ellos mismos definieron en las leyes que crearon una vez allí. En el primer caso, se excusaron con la maravillosa frase “no es legal, pero es legítimo”, que deja casi en la subjetividad de quien gobierne en ese momento el decidir qué puede hacerse y qué no. ¿Para qué necesitamos leyes entonces? En el segundo, se creó una ley para que nadie pueda financiar su propia campaña y evitar así que quienes más dinero tengan sean los ganadores (algo que, no lo olvidemos, ya había ocurrido en la primera vuelta); pero la contradijeron descaradamente mediante la utilización abusiva de propaganda gubernamental (con dinero que era de todos) que obviamente beneficiaba a los candidatos de su partido. Luego volvieron a irrespetar sus propias reglas mediante la autoadjudicación de la Asamblea de poderes y funciones para los que no fue elegida, en un acto de abuso de poder que sobrepasa a la instalación de la “pichicorte”. Dicho sea de paso, esto les quitó tiempo a los asambleístas para elaborar la constitución que, nos habían asegurado, era un paso indispensable hacia la construcción de una sociedad más justa. Y no fue “la derecha”, sino Alberto Acosta, el primero en reconocer que la calidad del texto sufriría por la falta de tiempo. Lo dijo al retirarse de la presidencia de la Asamblea.

Y es que la historia de los últimos años está plagada de políticos que no quisieron respetar los límites a su poder. Hay algunos que hoy se hacen llamar opositores y descaradamente pretenden pasar por paladines de la legalidad, intentando que olvidemos que ellos hicieron lo mismo en su turno. Lo terrible es que como consecuencia de esto mucha gente parece creer que los abusos de poder anteriores justifican los actuales (ejemplo clásico: el argumento de “ah, pero X hizo lo mismo y nadie dijo nada, así que ahora no protesten”), o que el llamar la atención sobre alguna irregularidad es señal inequívoca de estar de acuerdo con la deshonestidad de los anteriores gobernantes. No es así, en lo absoluto. Pero la polarización, promovida por el Presidente desde la primera vuelta, nos hace creer que reconocer los errores y abusos de un régimen nos convierte en defensores de “lo anterior”. Para la gente que ahora está en el poder, parecería que no es posible por ejemplo estar de acuerdo con los ideales “de izquierda” sin aceptar las reuniones bajo la mesa con inversionistas tramposos y representantes del Congreso; o apoyar algunas iniciativas del Gobierno pero exigir que respete las leyes. El “todo o nada” al que juegan les permite ganar más poder, SÍ, pero es muy negativo para la sociedad en su conjunto pues nos deja, por un lado, con la costumbre de “tomar lados” y justificar todo lo que se haga en nombre de un ideal (la “revolución” por ejemplo), y por otro con la imposibilidad de establecer diálogos entre orillas distintas de la ideología.


Rafael Correa ha dicho que la “partidocracia” tiene miedo a las elecciones. Pero no es muy claro a qué se refiere con esto. Cuando su ministro Fernando Bustamante dijo que la única condición que tienen otros partidos para ser incluidos es ganar elecciones, suena muy lógico. Sin embargo, esto deja de lado que, aunque nos pese, muchos de los representantes de estos partidos ya habían ganado elecciones al mismo tiempo que el actual y futuro Presidente. Sólo que en su momento se los suspendió sin importar el detalle de haberlas ganado. Por otro lado, cuando se trata de defender a otros gobernantes con quienes al parecer comparte ideología, Rafael Correa no tiene ningún empacho en decir que en democracia no es necesario tener elecciones cada cuatro años. Extraño viniendo de alguien que busca legitimizar su poder llevándolas a cabo cada dos.

Y en lo más inmediato, es su partido el que nunca se ha arriesgado a presentar candidatos a diputados: primero sus asambleístas asumieron esta función sin ningún derecho (y, voy a insistir en esto: dejando de lado su responsabilidad principal que era la redacción de la nueva constitución; de la cual se aprobó aproximadamente el 50% en dos semanas y cerca de 100 artículos en un día). Y luego no fueron capaces de entregarnos la nueva constitución, que habían elaborado pensando en el bien común, solamente con la satisfacción del deber cumplido y cobrado: pusieron como condición que, de ser ésta aprobada, se conformaría un congreso temporal con los asambleístas, en donde el Gobierno tiene mayoría. Así se ha dado el “milagro” de que un Presidente tenga mayoría en el Congreso por un considerable período de tiempo sin tener que pasar por el engorroso trámite de presentar candidatos. ¿Quién tiene miedo a las elecciones?

Lo que preocupa es que estos actos (que no son exclusivos de este Gobierno) causan que más y más gente esté dispuesta a aceptar que cualquier maña es válida en la lucha de sus candidatos por el poder. Así que es muy posible que el siguiente gobernante utilice excusas similares para acaparar poder por encima de lo que se le ponga al frente. Veremos qué dicen entonces quienes hoy justifican estas mañas.

Pero para eso habrá que esperar entre cuatro y ocho años, así que quizá ya lo hayamos olvidado.