domingo, 31 de agosto de 2008

El porvenir es tan irrevocable

Creo que lo primero que me gustó de las historias de viajes en el tiempo es que de alguna manera ayudaban a calmar la nostalgia que causaba el haber leído historias de vaqueros, legionarios romanos o piratas y haberse dado cuenta de que, chao, son tiempos idos. Además hay algo (mucho) de llamativo en un personaje que puede obtener información de primera mano sobre esas épocas, alguien que puede ver el cuadro de la última cena u oír hablar de un evento histórico y decir con una sonrisa “yo estuve allí”; y que, eventualmente, puede intentar alterar el curso de los acontecimientos.

Claro que puede haber consecuencias inesperadas. Al viajar al pasado es posible influir en él de tal manera que al regresar a su “tiempo de origen” el viajero encuentre que su mundo haya cambiado. Aquí se da el “efecto bola de nieve”; en el que un hecho insignificante desencadena otro mayor, y éste otro más importante, con consecuencias que se amplifican hasta terminar en sucesos de gran magnitud, tipo “BUM”. Ray Bradbury en “el ruido de un trueno” lo dijo mejor: “con la muerte de ese hombre de las cavernas, un billón de otros hombres no saldrá nunca de la matriz. Quizás Roma no se alce nunca sobre las siete colinas. Quizá Europa sea para siempre un bosque oscuro, y sólo crezca Asia saludable y prolífica. Pise usted un ratón y aplastará las Pirámides. Pise un ratón y dejará su huella, como un abismo en la eternidad.”

Entonces, si el mundo de donde proviene el viajero se debe a, digamos para parecer serios, una “realidad temporal” R1, y su viaje desencadena el conjunto de acontecimientos R2, ¿cómo puede existir el viajero si el mundo del que viene no existe, o mejor dicho no existirá cuando haya viajado? ¿Cómo puede tener lugar un viaje que causa su propia imposibilidad? En este punto lo más práctico y seguro es dedicarse a otro tipo de viajes. Seguir a un conejo a través del tronco de un árbol, por ejemplo. Pero si se insiste en realizar el salto temporal de todas maneras, se verá que sí es posible evitar borrarse accidentalmente en el camino.

Una posibilidad es considerar al tiempo como un asunto personal y subjetivo: lo que se haga luego del viaje no altera a la “realidad temporal” de la que se partió, pues el tiempo de una persona no afecta al de otras. Es lo que le ocurre a Henry Hassel, profesor en la Universidad Desconocida, quien al descubrir que su mujer tiene un amante decide asesinar al abuelo de la infiel (y es que, ¿por qué ir por el camino simple, si existe el complicado?) Al regresar a su tiempo descubre que nada ha cambiado, así que, a viajar de nuevo: acaba con Washington, Napoleón, Mahoma; borra París en un hongo nuclear mediante Marie Curie... y no encuentra absolutamente ningún cambio en la actitud (o existencia) de su infiel esposa. Esto puede confundir al viajero novato, pero se explica si se considera al tiempo un asunto personal en el que no hay un “continuo universal”, o, en palabras de uno de los personajes: “Somos como millones de fideos en la misma cacerola. En ningún momento un viajero puede encontrarse con otro viajero en el pasado o en el futuro. Cada uno de nosotros debe viajar hacia arriba y hacia abajo por su propio fideo solamente.” Visto así, un viajero puede quedarse en el mundo que “crea” luego de ocasionar un cambio grande para ver qué sucede luego (bueno, lo hace siempre, aunque sólo por unos segundos); pero al saltar hacia el futuro regresa siempre a la “realidad temporal” de la que partió. Hay una especie de cordón umbilical que lo conecta a su futuro y al moverse en esa dirección no encuentra cambios ni sorpresas pues la realidad a la que llega es independiente de los cambios que ocasionó. O sea, crea las ramificaciones R2, R3, R4 y todas las que quiera, pero al ir hacia “arriba” en un salto no puede llegar a otra rama que aquella de la que partió. Este método de viaje tiene sus propios riesgos, pero eso es otra historia.

También es posible para el viajero mantener intacta su identidad, alterando al mismo tiempo la realidad a la que volverá. En el cuento de Ray Bradbury, dos sujetos viajan a cazar dinosaurios y al regresar encuentran que el resultado de las elecciones presidenciales ha cambiado. Y note el aspirante a viajero que no tuvo nada que ver el trofeo de caza (estaba previsto; era un dinosaurio que iba a morir pronto), sino algo mucho más pequeño y, uno diría, insignificante: una mariposa verde, dorada, muerta bajo la bota de uno de los cazadores. De nuevo el “efecto bola de nieve” o, textualmente, efecto mariposa. También sirve como ejemplo el caso del joven McFly, quien en la década de los 80 da un salto de 30 años hacia el pasado, conociendo a sus futuros padres y ocasionando cambios fundamentales en su relación. Al volver (al futuro, claro) los encuentra cambiados en carácter y aspecto. Si bien él, viajero causante del cambio, mantiene su identidad y los cambios no lo afectan directamente (sus padres viven en el mismo lugar, lo reconocen como hijo, etc.) hay que recordar que en algún momento de su aventura corrió el riesgo de desvanecerse; así que viajar de esta manera no está enteramente libre de riesgos. Y de alguna manera McFly tuvo suerte de que sus padres, llenos de nueva confianza en sí mismos, no hayan tomado medidas, de planificación familiar por ejemplo, que lo hubieran eliminado. En todo caso, si no ocasiona cambios extremos en la vida y decisiones de sus progenitores, el viajero puede seguir siendo parte de un mundo que ha cambiado. Se modifica una “realidad temporal”, sí, pero se cuenta con un puesto reservado en ésta y los acontecimientos, muy amablemente, se acomodan para permitir la existencia del viajero y la posibilidad de su viaje.

Ahora, si lo que se busca es un método de viaje seguro, con garantías totales de que no se va a cambiar nada, también es posible. Un ejemplo a pequeña escala: con la ayuda de Isaac Asimov, un físico crea un sistema automatizado que envía una partícula de materia al pasado, exactamente 5 minutos. Para un viajero con ambiciones esto puede parecer frustrante. Pero nótese que el medidor de energía, exactamente 5 minutos antes del envío de la partícula, salta al doble de lo normal: es lógico si consideramos que la misma partícula está existiendo dos veces. La pregunta clave para entender cómo funciona esto es: ¿Qué pasa si luego de la detección se interrumpe el proceso? Respuesta correcta: si interrumpimos el viaje de la partícula ahora, ésta no habría viajado antes. Si no está clara la lógica de este método de viaje, en el mismo relato se da en mayor escala: se traduce y envía un texto de química a la Grecia antigua, con la mejor de las intenciones. Y el mundo resultante de ese cambio es precisamente el actual. ¿Por qué? Porque un avance científico o tecnológico avanza a hombros de la sociedad en la que fue producido y no puede surgir enteramente ajeno a ella. Entonces, los griegos de la época (de la época de los griegos) fueron incapaces de comprender en su totalidad los conocimientos recibidos: no hubo grandes avances, sólo las teorías de Demócrito como algo salido un poco “del aire” y algunos poemas referentes a sabiduría recibida directamente de los dioses; nada de lo cual era ajeno a la “realidad temporal” desde la que se despachó el libro. Así, las cosas cambian para ser como habían sido siempre. Úrsula, en “100 años de Soledad”, solía decir que el tiempo es circular al ver que actitudes y eventos se repetían a través de las generaciones. Pero se podría decir que ése es un avance en espiral, ya que mal que bien las cosas ocurren una luego de otra; y que es circular en estos casos en los que causa y consecuencia parecen depender del punto de vista. En la película “12 monos”, el protagonista viaja al pasado a investigar un virus que causa estragos en su época y termina causando los acontecimientos que eran parte del mundo desde el que partió. ¿Causa? ¿Efecto? ¿Defecto?

O están los Cronogatos, excelentes guardianes. Al ver a un extraño maullaban ruidosamente, con la ventaja de que, si lo veían hoy, empezaban a maullar ayer. Esto prevenía a su dueño con 24 horas de anticipación. Pero eran también muy frágiles, ya que se contagiaban de gripe y morían un par de días antes de haberse contagiado. Claro, el viajero se pregunta: ¿Y si, al saber de la futura llegada del intruso, se hubieran tomado medidas para que el Cronogato no pudiese notar su presencia? ¿Y si, luego de muerto el gato (pero antes de que se enferme), se evitaba que se contagie y muera? Estas preguntas no tienen sentido, pues el hecho de que el gato haya muerto quiere decir que ya se había contagiado... en un futuro cercano. No existe un tiempo “manipulable” después de la muerte del gato y antes de su contagio, porque el contagio es previo a la muerte, aunque los hechos estén dispuestos (aparentemente) al revés. El viajero parte de R1 y “crea” con sus acciones precisamente R1. O también: viajar en el tiempo ocasiona que el viajero (y su mundo) hayan sido exactamente tal y como son para que su viaje en el tiempo haya sido posible. J. L. Borges dice en un poema para una versión del I Ching que “el porvenir es tan irrevocable como el rígido ayer” y ése parece ser el caso. Así se puede viajar a cuando se quiera sin temor de cambiar nada. Aunque a veces esa sea precisamente la intención de un viaje.

2 comentarios:

  1. O sea, que si viajo al pasado y mato el sinverguenza ese que te enseño a leer y a escribir, ¿estaría construyendo el futuro en donde escribes lo que escribes?
    "And isn't it ironic... don't you think", como diría la poetisa Alanis Morissette.

    ¡Viva Pepe, el crono-opio!

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  2. yaaaa...
    se que tus actos hoy determinan tu maniana, y si no actuas tambien eso determina tu maniana!...osea...igual lo que hagas o no hagas, eso va ha tener una consecuencia.
    el pensar en prevenir o cambiar esa consecuencia no cambia en nada tu "Futuro", pues tu "futuro" ya se construye en base a lo que tu hagas por tu "futuro"
    en pocas... el pasado construye el presente y el presente es el futuro pasado!!!
    me explico?

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"¿Quieres pasar a mi salón?", le dijo la araña a la mosca.

Gracias por visitar.